Closer

Si tuviese que describir una escena perfecta, habría muchas referencias a esta misma. La cámara lenta, la canción maravillosamente ajustada al paso de ella, a su cadencia, la gente, borrosa, que no importa, que se aparta para dejar paso a un frágil duendecillo decidido a dejar su huella. Él, miope, escondido tras una gafas y dentro de una gabardina horrible, aún así, solo necesita sonreir para saber que, en su interior no es el aburrido oficinista al que te ha recordado.
Sus miradas, la media sonrisa, la sonrisa directa, el desafío en los ojos del duende...Todo es tan redondo que en menos de dos minutos, te tiene, te ha enganchado, quieres saber más.
Después, a lo largo de la película, aparecen más personajes, Clive Owen hace desaparecer a Jude Law y, como se esperaba, Natalie Portman no te permite ver a Julia Roberts. Tampoco importa. Estás saboreando una historia de gente "jodida", de gente demasiado estropeada como para poder ser feliz en ningún momento de su vida. Estás viendo como los socialmente adaptados, los que parecen encajar en este mundo prefabricado que vivimos, son patéticamente infelices. En cambio, los que son ellos mismos, los que son honestos, reales, tangibles (Clive y Natalie)son capaces de vivir su felicidad cuando les llega. No es que sean buenas personas, de hecho, como seres humanos dejan mucho que desear, pero lo ves, sabes cómo son, no esconden nada, y eso te fascina de ellos, te repele también.
En resumen, una película que vi tres veces en el cine, que compré nada más salir a la venta, una canción, The blower´s daughter, que me enamoró, un doblaje mejorable(lo siento, J, lo de la voz de Clive Owen es para denuncialos)y mi recomedación de verla, de devorarla, de dejarse devorar por ella...
Un inicio perfecto, en este caso, te lleva a un final redondo.