martes, julio 15, 2008

Se fué con el viento

Imaginad esto: Madrid,Diciembre, mucho frío en la calle, una casa con techos altos y suelo de madera, decorada por Navidad, con olor a galletas y natillas que sale de la cocina y lo impregna todo, una niña pequeña, de unos 6 años, sentada en un sofá enorme, rodeada de almohadones y con una pekinesa llamada Woody sobre las piernas.La niña, rubia,con tirabuzones y unos mofletes que todo el mundo se empeña en pellizcar al verla, está de mal humor.Quiere salir a la calle, pero su "yaya"le dice que hace demasiado frío. La pequeña no lo entiende y se muestra, a la vez, irritada e irritante. La pobre "yaya"solo encuentra un remedio: la televisión.Claro que en el año 1986 no hay demasiadas opciones en cuanto a los canales, así que, toca cruzar los dedos y desear que haya algo que calme los nervios. Se enciende la pantalla y suenan los primeros acordes de una de las melodias más famosas de la historia del cine. La niña se remueve, aburrida, la pekinesa la mira molesta por ser despertada, la "yaya"se plantea el soborno siempre eficaz aunque poco recomendable de las natillas. Acaba la música y una preciosa mujer morena de ojos verdes se asoma a la pantalla.
Es Escarlata O´Hara. Durante todo el metraje de la película, la pequeña no es capaz de apartar la vista. Devora la historia como si se tratase del mejor cuento que ha escuchado en su vida. El resto de la familia llega a la casa, pero nadie interrumpe, verla así es casi increíble.
Cuando la película acaba, la niña, con el perro en brazos y la cara llena de lágrimas, se va a la cocina, se sienta sobre su "yaya" y le pregunta: "¿volverá él a casa con ella?", y todos se apresuran a contestar que si...hay edades a las que aún es obligatorio creer en los finales felices...

De eso ya hace muchos años, ni la casa, ni la perra, ni la "yaya"están en mi vida.Dejaron un hueco que duele, que no se cierra, pero que deja espacio para que me asome y recorra mis recuerdos con infinito cariño. Ella me regaló esta historia, entre muchas otras cosas, me ayudó a hacer mis "vestidos" con cortinas y me regaló momentos con olor a natillas.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Todos tenemos un pasado, y no en el mal sentido! quiero decir, somos lo que somos porque hemos absorbido experiencias, vivencias, costumbres... de los que nos preceden.

Anónimo dijo...

si buscas, déjate encontrar.

Jose B. Fernández dijo...

¡Amiga V!

Hay recuerdos y recuerdos, buenos y malos, y que conforman parte de nuestra historia. Ese es uno de los grandes tesoros que tenemos: el recordar, hacer que las experiencias grandes y pequeñas perduren eternamente. Y si encima los escribes con tanto sentimiento y con tanto detalle y dejando hablar al alma... pues agradecerte por hacernos partícipes de ese momento de tu vida. Lo bueno es que todavía hay muchos muchos por venir para vivir y compartir al lado de aquella niña rubia con tirabuzones.

Siempre recordado, siempre viviendo.

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