martes, febrero 05, 2008

Palabras prestadas

María Mercedes Carranza

(Bogotá, 1945)

Una rosa para

Dylan Thomas

Murió tan extraña y trágicamente

como había vivido, preso de un caos

de palabras y pasiones sin freno…no

consiguió ser grande, pero fracasó

genialmente.

D.T.

Se dice: “no quiero salvarme”

y sus palabras tienen la insolencia

del que decide que todo está perdido.

Como guiado por una certeza deslumbrante

camina sin eludir su abismo;

de nada le sirven ya los engaños

para sobrevivir una o dos mañanas más:

conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas

y derretirse pálido sobre él

o reencontrarse con las palabras

y hacerlas decir para mentirse

o ser el otro por el tiempo que dura

la lucidez del alcohol en la sangre.

En la oscuridad apretada de su corazón

allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha

decide jugar a ser su propio héroe:

nada tocará sus pasiones y sus sueños;

no envejecerá entre cuatro paredes

dócil a las prohibiciones y a los ritos.

Ni el poder ni el dinero ni la gloria

merecen un instante de la inocencia que lo consu-

me;

no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.

Le bastó la dosis exacta del alcohol

para morir como mueren los grandes:

por un sueños que sólo ellos se atreven a soñar.

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